西语阅读素材:《一千零一夜》连载二
分类: 西班牙语
时间: 2023-07-26 22:44:22
作者: 全国等级考试资料网
En esta situación, el rey mandó al visir que, como de costumbre, le trajese una joven. El visir, por más que buscó, no pudo encontrar nin-guna, y regresó muy triste a su casa, con el alma transida de miedo ante el furor del rey. Pero este visir tenía dos hijas de gran hermosura-, que poseían todos los encantos, todas las perfecciones y eran de una delica-deza exquisita. La mayor se llama-ba Schathrazada, y el nombre de la menor era Doniazada.
La mayor; Schaltrazada, había leí-do los libros, los anales, las leyendas de los reyes antiguos y las histo-rias de los pueblos pasados. Dicen que poseía también mil libros de cró-nicas referentes a los pueblos de las edades remotas, a los reyes de la an-tigüedad y sus poetas. Y era muy elocuente v daba gusto oírla.
Al ver a su padre, le habló así: “Por qué te veo tan cambiado, so-portando un peso abrumador de pe-sadumbres y aflicciones?... Sabe, padre, que el poeta dice: “?Oh tú, que te apenas, consuélate! Nada es duradero, toda alegría se desvanece y todo pesar se olvida.”
Cuando oyó estas palabras el visir; contó a su hija cuanto había ocurri-do desde el principio al fin, concer-niente al rey. Entonces le dijo Schah-razada: “Por Alah, padre, cásame con el rey, porque si no me mata seré la causa del rescate de las hijas de los musulmanes y podré salvar-las de entre las manos del rey.” En-tonces el visir contestó: “?Por Alah sobre ti! No te expongas nunca a tal peligro.” Pero Schahrazada repu-so: “Es imprescindible que así lo haga.” Entonces le dijo su padre: “Cuidado no te ocurra lo que les ocurrió al asno y al buey con el la-brador. Escucha su historia:
FáBULA DEL ASNO, EL BUEY Y EL LABRADOR
“Has de saber, hija mía, que hubo un comerciante due?o de grandes riquezas y de mucho ganado. Estaba casado y con hijos. Alah, el Altísimo, le dio igualmente el conocimiento de los lenguajes de los animales y el canto de los pájaros. . Habitaba este comerciante en un país fértil, a ori-llas de un río. En su morada había un asno y un buey.
Cierto día llegó el buey al lugar ocupado por el asno y vio aquel sitio barrido y regado. En el pesebre ha-bía cebada y paja bien cribadas, y el jumento estaba echado, descansando. Cuando el amo lo montaba, era sólo para algún trayecto corto y por asun-to urgente, y el asno volvía pronto a descansar. Ese día el comerciante oyó que el buey decía al pollino: “Come a gusto y que te sea sano, de provecho y de buena digestión. ?Yo estoy rendido y tú descansando, des-pués de comer cebada bien cribada! Si el amo, te monta alguna que otra vez, pronto vuelve a traerte. En cam-bio yo me reviento arando y con el trabajo del molino.” El asno le acon-sejo: “Cuando salgas al campo y te echen el yugo, túmbate y no te menees aunque te den de palos. Y si te levantan, vuélvete a echar otra vez. Y si entonces te vuelven al esta-blo y te ponen habas, no las comas, fíngete enfermo. Haz por no comer ni beber en unos días, y de ese modo descansarás de la fatiga del trabajo.”
Pero el comerciante seguía presen-te, oyendo todo lo que hablaban.
Se acercó el mayoral al buey para darle forraje y le vio comer muy poca cosa. Por la ma?ana, al llevarlo al trabajo, lo encontró enfermo. En-tonces el amo dijo al mayoral: “Coge al asno y que are todo el día en lu-gar del buey.” Y el hombre unció al asno en vez del buey y le hizo arar todo el día.
Al anochecer, cuando el asno re-gresó al establo, el buey le dio las gracias por sus bondades, que le habían proporcionado el descanso de todo el día; pero el asno no le contestó. Estaba muy arrepentido.
Al otro día el asno estuvo arando también durante toda la jornada y regresó con el pescuezo desollado, rendido de fatiga. El buey, al verle en tal estado, le dio las gracias de nuevo y lo colmó de alabanzas. El asno le dijo: “Bien tranquilo estaba yo antes. Ya ves cómo me ha per-judicado el hacer beneficio a los de-más.” Y en seguida a?adió: “Voy a darte un buen consejo de todos modos. He oído decir al amo que te entregarán al matarife si no te le-vantas, y harán una cubierta para la mesa con tu piel. Te lo digo para que te salves, pues sentiría que te ocurriese algo.”
La mayor; Schaltrazada, había leí-do los libros, los anales, las leyendas de los reyes antiguos y las histo-rias de los pueblos pasados. Dicen que poseía también mil libros de cró-nicas referentes a los pueblos de las edades remotas, a los reyes de la an-tigüedad y sus poetas. Y era muy elocuente v daba gusto oírla.
Al ver a su padre, le habló así: “Por qué te veo tan cambiado, so-portando un peso abrumador de pe-sadumbres y aflicciones?... Sabe, padre, que el poeta dice: “?Oh tú, que te apenas, consuélate! Nada es duradero, toda alegría se desvanece y todo pesar se olvida.”
Cuando oyó estas palabras el visir; contó a su hija cuanto había ocurri-do desde el principio al fin, concer-niente al rey. Entonces le dijo Schah-razada: “Por Alah, padre, cásame con el rey, porque si no me mata seré la causa del rescate de las hijas de los musulmanes y podré salvar-las de entre las manos del rey.” En-tonces el visir contestó: “?Por Alah sobre ti! No te expongas nunca a tal peligro.” Pero Schahrazada repu-so: “Es imprescindible que así lo haga.” Entonces le dijo su padre: “Cuidado no te ocurra lo que les ocurrió al asno y al buey con el la-brador. Escucha su historia:
FáBULA DEL ASNO, EL BUEY Y EL LABRADOR
“Has de saber, hija mía, que hubo un comerciante due?o de grandes riquezas y de mucho ganado. Estaba casado y con hijos. Alah, el Altísimo, le dio igualmente el conocimiento de los lenguajes de los animales y el canto de los pájaros. . Habitaba este comerciante en un país fértil, a ori-llas de un río. En su morada había un asno y un buey.
Cierto día llegó el buey al lugar ocupado por el asno y vio aquel sitio barrido y regado. En el pesebre ha-bía cebada y paja bien cribadas, y el jumento estaba echado, descansando. Cuando el amo lo montaba, era sólo para algún trayecto corto y por asun-to urgente, y el asno volvía pronto a descansar. Ese día el comerciante oyó que el buey decía al pollino: “Come a gusto y que te sea sano, de provecho y de buena digestión. ?Yo estoy rendido y tú descansando, des-pués de comer cebada bien cribada! Si el amo, te monta alguna que otra vez, pronto vuelve a traerte. En cam-bio yo me reviento arando y con el trabajo del molino.” El asno le acon-sejo: “Cuando salgas al campo y te echen el yugo, túmbate y no te menees aunque te den de palos. Y si te levantan, vuélvete a echar otra vez. Y si entonces te vuelven al esta-blo y te ponen habas, no las comas, fíngete enfermo. Haz por no comer ni beber en unos días, y de ese modo descansarás de la fatiga del trabajo.”
Pero el comerciante seguía presen-te, oyendo todo lo que hablaban.
Se acercó el mayoral al buey para darle forraje y le vio comer muy poca cosa. Por la ma?ana, al llevarlo al trabajo, lo encontró enfermo. En-tonces el amo dijo al mayoral: “Coge al asno y que are todo el día en lu-gar del buey.” Y el hombre unció al asno en vez del buey y le hizo arar todo el día.
Al anochecer, cuando el asno re-gresó al establo, el buey le dio las gracias por sus bondades, que le habían proporcionado el descanso de todo el día; pero el asno no le contestó. Estaba muy arrepentido.
Al otro día el asno estuvo arando también durante toda la jornada y regresó con el pescuezo desollado, rendido de fatiga. El buey, al verle en tal estado, le dio las gracias de nuevo y lo colmó de alabanzas. El asno le dijo: “Bien tranquilo estaba yo antes. Ya ves cómo me ha per-judicado el hacer beneficio a los de-más.” Y en seguida a?adió: “Voy a darte un buen consejo de todos modos. He oído decir al amo que te entregarán al matarife si no te le-vantas, y harán una cubierta para la mesa con tu piel. Te lo digo para que te salves, pues sentiría que te ocurriese algo.”