西班牙语经典:一千零一夜(29)
分类: 西班牙语
时间: 2019-01-22 09:08:35
作者: 全国等级考试资料网
Siguiendo-las cosas el mismo cur?so, residieron cada uno en su país, y gobernaron con justicia a sus ovejas durante veinte a?os. Y llegaron am?bos hasta el límite del desarrollo y el florecimiento.
No dejaron de ser así, hasta que el mayor sintió vehementes deseos de ver a su hermano. Entonces ordenó a su visir que partiese y volviese con él. El visir contestó: “Escucho y obedezco.”
Partió, pues, y llegó felizmente par la gracia de Alah; entró en casa de Schahzaman, le transmitió la paz, le dijo que el rey Schahriar deseaba ardientemente verle, y que el objeto de su viaje era invitarle a visitar a su hermano. El rey Schahzaman con?testo: “Escucho y obedezco.” Dispu?so los preparativos de la partida, mandando sacar sus tiendas, sus ca?mellos y sus mulos, y que saliesen sus servidores y sus auxiliares. Nom?bró a su visir gobernador del reino y salió en demanda de las comarcas de su hermano.
Pero a media noche recordó una cosa que había olvidado; volvió a su palacio secretamente y se encaminó a los aposentos de su esposa a quien pensaba encontrar triste y llorando por su ausencia. Grande fue, pues, su sorpresa al hallarla departiendo con gran familiaridad con un negro, es?clavo entre los esclavos. Al ver tal desacato, el mundo se obscureció an?te sus ojos. Y se dijo: “Si ha sobreve?nido ésto cuando apenas acabo de dejar la ciudad. ?Cuán sería la con?ducta de esta esposa si me ausen?tase algún tiempo para estar con mi hermano?” Desenvainó inmediata?mente el alfanje, y acometiendo a ambos, los dejó muertos sobre los tapices del lecho. Volvió a salir, sin perder una hora ni un instante, y ordenó la marcha de la comitiva. Y viajó de noche hasta avistar la ciu?dad de su hermano.
Entonces éste se alegró de su pro?ximidad, salió a su encuentro, y al recibirlo, le deseó la paz. Se regocijó hasta los mayores límites del conten?to, mandó adornar en honor suyo la ciudad y se puso a hablarle lleno de efusión. Pero el rey Schahzaman recordaba la fragilidad de su esposa, y una nube de tristeza le velaba la faz. Su tez se había puesto pálida y su cuerpo se había debilitado. Al verle de tal modo, el rey Schahriar creyó en su alma que aquello se de?bía a haberse alejado de su reino y de su país, lo dejaba estar sin pre?guntarle nada. Al fin, un día, le dijo: “Hermano, tu cuerpo enflaquece y su cara amarillea.” Y el otro respon?dió: “?Ay, hermano, tengo en mi interior como una llaga en carne viva-!” Pero no le reveló lo que le había ocurrido con su esposa. El rey Schahriar le dijo: “Quisiera que me acompa?ase a cazar a pie y a caba?llo, pues así tal vez se esparciera tu espíritu.” El rey Schalizaman no qui?so aceptar y su hermano se fue solo a la cacería.
Había en el palacio unas ventanas que daban al jardín, y habiéndose asomado a una de ellas el rey Schah?zaman, vio corno se abría una puerta secreta para dar salida a veinte escla?vas y veinte esclavos, entre los cua?les, avanzaba la mujer del rey Schah?ciar en todo el esplendor de su belle?za, y ocultándose para observar lo que hacían, pudo convencerse de que la misma desgracia de que él había sido víctima, la misma o ma?yor, cabía a su hermano el sultán.
No dejaron de ser así, hasta que el mayor sintió vehementes deseos de ver a su hermano. Entonces ordenó a su visir que partiese y volviese con él. El visir contestó: “Escucho y obedezco.”
Partió, pues, y llegó felizmente par la gracia de Alah; entró en casa de Schahzaman, le transmitió la paz, le dijo que el rey Schahriar deseaba ardientemente verle, y que el objeto de su viaje era invitarle a visitar a su hermano. El rey Schahzaman con?testo: “Escucho y obedezco.” Dispu?so los preparativos de la partida, mandando sacar sus tiendas, sus ca?mellos y sus mulos, y que saliesen sus servidores y sus auxiliares. Nom?bró a su visir gobernador del reino y salió en demanda de las comarcas de su hermano.
Pero a media noche recordó una cosa que había olvidado; volvió a su palacio secretamente y se encaminó a los aposentos de su esposa a quien pensaba encontrar triste y llorando por su ausencia. Grande fue, pues, su sorpresa al hallarla departiendo con gran familiaridad con un negro, es?clavo entre los esclavos. Al ver tal desacato, el mundo se obscureció an?te sus ojos. Y se dijo: “Si ha sobreve?nido ésto cuando apenas acabo de dejar la ciudad. ?Cuán sería la con?ducta de esta esposa si me ausen?tase algún tiempo para estar con mi hermano?” Desenvainó inmediata?mente el alfanje, y acometiendo a ambos, los dejó muertos sobre los tapices del lecho. Volvió a salir, sin perder una hora ni un instante, y ordenó la marcha de la comitiva. Y viajó de noche hasta avistar la ciu?dad de su hermano.
Entonces éste se alegró de su pro?ximidad, salió a su encuentro, y al recibirlo, le deseó la paz. Se regocijó hasta los mayores límites del conten?to, mandó adornar en honor suyo la ciudad y se puso a hablarle lleno de efusión. Pero el rey Schahzaman recordaba la fragilidad de su esposa, y una nube de tristeza le velaba la faz. Su tez se había puesto pálida y su cuerpo se había debilitado. Al verle de tal modo, el rey Schahriar creyó en su alma que aquello se de?bía a haberse alejado de su reino y de su país, lo dejaba estar sin pre?guntarle nada. Al fin, un día, le dijo: “Hermano, tu cuerpo enflaquece y su cara amarillea.” Y el otro respon?dió: “?Ay, hermano, tengo en mi interior como una llaga en carne viva-!” Pero no le reveló lo que le había ocurrido con su esposa. El rey Schahriar le dijo: “Quisiera que me acompa?ase a cazar a pie y a caba?llo, pues así tal vez se esparciera tu espíritu.” El rey Schalizaman no qui?so aceptar y su hermano se fue solo a la cacería.
Había en el palacio unas ventanas que daban al jardín, y habiéndose asomado a una de ellas el rey Schah?zaman, vio corno se abría una puerta secreta para dar salida a veinte escla?vas y veinte esclavos, entre los cua?les, avanzaba la mujer del rey Schah?ciar en todo el esplendor de su belle?za, y ocultándose para observar lo que hacían, pudo convencerse de que la misma desgracia de que él había sido víctima, la misma o ma?yor, cabía a su hermano el sultán.