西语阅读素材:《一千零一夜》连载05
Al oír estos versos tan tristes, el califa dijo a Giafar: “Los versos y el aspecto de este pobre hombre indican una gran miseria.” Después se aproximó al viejo, y le dijo: “?Oh jeique! ?cuál es tu oficio?” Y él res?pondió: “?Oh se?or mío! Soy pesca?dor. ?Y muy pobre! ?Y con familia! Y desde el mediodía estoy fuera de casa trabajando, y ?Alah no me con?cedió aún el pan que ha de alimen?tar a mis hijos! Estoy, pues, cansado de mi persona y de la vida, y no anhelo más que morir.” Entonces el califa le dijo: “?Quieres venir con nosotros hasta el río, y echar la red en mi nombre, para ver qué tal suerte tengo? Lo que saques del agua te lo compraré y te daré por ello cien dinares.” Y el viejo se regocijó al oirle, y contestó; “?Acep?to cuanto acabas de ofrecerme y lo pongo sobre mi cabeza!”
Y el pescador volvió con ellos hacia el Tigris, y arrojando la red, quedó en acecho; después tiró de la cuerda de la red, y la red salió. Y el viejo pescador encontró en la red un cajón que estaba cerrado y que pesaba mucho. Intentó levan?tarlo el califa y lo encontró también muy pesado. Pero se apresuró a entregar los cien dinares al pescador, que se alejó muy contento.
Entonces Giafar y Massrur car?garon con el cajón y lo llevaron al palacio. Y el califa dispuso que se encendiesen las antorchas, y Giafar y Massrur se abalanzaron sobre el cajón y lo rompieron. Y dentro de él hallaron una enorme banasta de hojas de palmera cosidas con lana roja. Cortaron el cosido, y en la banasta había un tapiz; apar?taron el tapiz y encontraron debajo un gran velo blanco de mujer; levan?taron el velo y apareció, blanca como la plata virgen, una joven muerta y despedazada.
Ante aquel espectáculo, las lágri?mas corrieron por las mejillas del califa, y después, muy enfurecido, encarándose con Giafar, exclamó: ?Oh perro visir! ?Ya ves cómo, durante mi reinado, se asesina a las gentes y se arroja a las víctimas al agua! ?Y su sangre caerá sobre mí el día del juicio, y pesará eter?namente en mi conciencia! Pero ?por Alah! que he de usar de represalias con el asesino, y no descansaré hasta que lo mate. En cuanto a ti, ?juro por la verdad de mi descendencia directa de los califas Bani-Abbas, que si no me presentas al matador de esta mujer, a la que quiero ven?gar mandaré que te crucifiquen a la puerta de mi palacio, en compa??ía de cuarenta de tus primos los Baramka!” Y el califa estaba lleno de cólera, y Giafar dijo: “Concé?deme para ello no más que un plazo de tres días.” Y el califa respondió: “Te lo otorgo.”