西语阅读素材:《一千零一夜》连载五
分类: 西班牙语
时间: 2023-08-03 09:52:47
作者: 全国等级考试资料网
El que mida tu talle, ?oh joven! y lo campare por su esbeltez con la delicadeza de una rama flexible, juzga con error a pesar de su talento! ?Por-que tu talle no tiene igual, ni tu cuerpo un hermano!
?Porque la rama sólo es linda en el árbol y estando desnuda! ?Mientras que tú eres hermosa de todos modos, y las ropas que te cubren son única-mente una delicia más!
Entonces la joven se levantó, y llegando junto a sus hermanas, les dijo: “?Por qué permanecéis quie-tas? Quitad la carga de la cabeza de ese hombre.” Entonces entre las tres le aliviaron del peso. Vaciaron la espuerta, pusieron cada cosa en su sitio, y entregando dos dinares al mandadero, le dijeron: “?Oh man-dadero! vuelve la cara y vete inme-diatamente.” Pero el mozo miraba a las jóvenes, encantado de tanta belleza y tanta perfección, y pen-saba que en su vida había visto nada semejante. Sin embargo, cho-cábele que no hubiese ningún hombre en la casa. En seguida se fijó en lo que allí había de bebidas, frutas, flores olorosas y otras cosas buenas, y admirado hasta el límite de la admiración, no tenía maldita la gana de marcharse.
Entonces la mayor de las donce-llas le dijo: “?Por qué no te vas? ?Es que te parece poco el salario?” Y se volvió hacia su hermana, la que había hecho las compras, y le dijo: “Dale otro dinar.” Pero el man-dadero replicó: “?Par Alah, se?oras mías! Mi salario suele ser la cente-sima parte de un dinar, por lo cual no me ha parecido escasa la paga. Pero mi corazón está pendiente de vosotras. Y me pregunto cuál pue-de ser vuestra vida, ya que vivís en esta soledad, y no hay hombre que os haga compa?ía. ?No sabéis que un minarete sólo vale algo con la condición de ser uno de los cuatro de la mezquita? Pero ?oh se?oras mías! no sois más que tres, y os falta el cuarto. Ya sabéis que la dicha de las mujeres nunca es per-fecta si no se unen con los hombres. Y, coma dice el poeta, un acorde no será jamás armonioso como no se reúnan cuatro instrumentos: el arpa, el laúd, la cítara y la flauta. Voso-tras, ?oh se?oras mías! sólo sois tres, y os falta el cuarto instrumento: la flauta. ?Yo seré la flauta, y me conduciré como un hombre prudente, lleno de sagacidad e inteligencia, artista hábil que sabe guardar un secreto!”
Y las jóvenes le dijeron: “?Oh mandadero! ?no sabes tú que somos vírgenes? Por eso tenemos miedo de fiarnos de algo. Porque hemos leído lo que dicen los poetas: “Des-confía de toda confidencia, pues un secreto revelado es secreto perdido.”
Pero el mandadero exclamó: “?Ju-ro por vuestra vida, ?oh se?oras mías! que yo soy un hombre pru-dente, seguro y leal! He leído libros y he estudiado crónicas. Sólo cuento casas agradables, callándome cuidadosamente las cosas tristes. Obro en toda ocasión según dice el poeta:
?Sólo el hombre juicioso sabe callar el secreto! ?Sólo los mejores entre los hombres saben cumplir sus promesas!
?Yo encierro los secretos en una ca-sa de sólidos candados, donde la llave se ha perdido y la puerta está sellada!”
Y escuchando los versos del man-dadero, muchas otras estrofas que recitó y sus improvisaciones rima-das, las tres jóvenes se tranquiliza-ron; pero para no ceder en seguida, le dijeron: “Sabe, ?oh mandadero! que, en este palacio hemos gastado el dinero en enormes cantidades. ?Llevas tú encima con que indemni-zarnos? Sólo te podremos invitar con la condición de que gastes mucho oro. ?ácaso no es tu deseo permanecer con nosotras, acompa-?arnos a beber, y singularmente hacernos velar toda la noche, hasta que la aurora ba?e nuestros ros-tros?” Y _la mayor de las doncellas a?adió: “Amor sin dinero no puede servir de buen contrapeso en el pla-tillo de la balanza.” Y la que había abierto la puerta, dijo: “Si no tie-nes nada, vete sin nada.” Pero en aquel momento intervino la provee-dora, y dijo: “?Oh hermanas mías! Dejemos eso, ?por Alah! pues este muchacho en nada ha de amen-guarnos el día. Además, cualquier otro hombre no habría tenido con nosotras tanto comedimiento. Y cuando le toque pagar a él, yo lo abonaré en su lugar.”
Entonces el mandadero se rego-cijó en extremo, y dijo a la que le había defendido: “?Por Alah! A ti te debo la primer ganancia del día.” Y dijeron las tres: “Quédate, ?oh buen mandadero! y te tendre-mos sobre nuestra cabeza y nuestros ojos,” Y en seguida la proveedora se levantó y se ajustó el cinturón. Luego dispuso los frascos, clarificó el vino por decantación, preparó el lugar en que habían de reunirse cerca del estanque, y llevó allí cuan-to podían necesitar. Después ofreció el vino y todo el mundo se sentó, y el mandadero en medio de ellas, en el vértigo, pues se figuraba estar so?ando.
?Porque la rama sólo es linda en el árbol y estando desnuda! ?Mientras que tú eres hermosa de todos modos, y las ropas que te cubren son única-mente una delicia más!
Entonces la joven se levantó, y llegando junto a sus hermanas, les dijo: “?Por qué permanecéis quie-tas? Quitad la carga de la cabeza de ese hombre.” Entonces entre las tres le aliviaron del peso. Vaciaron la espuerta, pusieron cada cosa en su sitio, y entregando dos dinares al mandadero, le dijeron: “?Oh man-dadero! vuelve la cara y vete inme-diatamente.” Pero el mozo miraba a las jóvenes, encantado de tanta belleza y tanta perfección, y pen-saba que en su vida había visto nada semejante. Sin embargo, cho-cábele que no hubiese ningún hombre en la casa. En seguida se fijó en lo que allí había de bebidas, frutas, flores olorosas y otras cosas buenas, y admirado hasta el límite de la admiración, no tenía maldita la gana de marcharse.
Entonces la mayor de las donce-llas le dijo: “?Por qué no te vas? ?Es que te parece poco el salario?” Y se volvió hacia su hermana, la que había hecho las compras, y le dijo: “Dale otro dinar.” Pero el man-dadero replicó: “?Par Alah, se?oras mías! Mi salario suele ser la cente-sima parte de un dinar, por lo cual no me ha parecido escasa la paga. Pero mi corazón está pendiente de vosotras. Y me pregunto cuál pue-de ser vuestra vida, ya que vivís en esta soledad, y no hay hombre que os haga compa?ía. ?No sabéis que un minarete sólo vale algo con la condición de ser uno de los cuatro de la mezquita? Pero ?oh se?oras mías! no sois más que tres, y os falta el cuarto. Ya sabéis que la dicha de las mujeres nunca es per-fecta si no se unen con los hombres. Y, coma dice el poeta, un acorde no será jamás armonioso como no se reúnan cuatro instrumentos: el arpa, el laúd, la cítara y la flauta. Voso-tras, ?oh se?oras mías! sólo sois tres, y os falta el cuarto instrumento: la flauta. ?Yo seré la flauta, y me conduciré como un hombre prudente, lleno de sagacidad e inteligencia, artista hábil que sabe guardar un secreto!”
Y las jóvenes le dijeron: “?Oh mandadero! ?no sabes tú que somos vírgenes? Por eso tenemos miedo de fiarnos de algo. Porque hemos leído lo que dicen los poetas: “Des-confía de toda confidencia, pues un secreto revelado es secreto perdido.”
Pero el mandadero exclamó: “?Ju-ro por vuestra vida, ?oh se?oras mías! que yo soy un hombre pru-dente, seguro y leal! He leído libros y he estudiado crónicas. Sólo cuento casas agradables, callándome cuidadosamente las cosas tristes. Obro en toda ocasión según dice el poeta:
?Sólo el hombre juicioso sabe callar el secreto! ?Sólo los mejores entre los hombres saben cumplir sus promesas!
?Yo encierro los secretos en una ca-sa de sólidos candados, donde la llave se ha perdido y la puerta está sellada!”
Y escuchando los versos del man-dadero, muchas otras estrofas que recitó y sus improvisaciones rima-das, las tres jóvenes se tranquiliza-ron; pero para no ceder en seguida, le dijeron: “Sabe, ?oh mandadero! que, en este palacio hemos gastado el dinero en enormes cantidades. ?Llevas tú encima con que indemni-zarnos? Sólo te podremos invitar con la condición de que gastes mucho oro. ?ácaso no es tu deseo permanecer con nosotras, acompa-?arnos a beber, y singularmente hacernos velar toda la noche, hasta que la aurora ba?e nuestros ros-tros?” Y _la mayor de las doncellas a?adió: “Amor sin dinero no puede servir de buen contrapeso en el pla-tillo de la balanza.” Y la que había abierto la puerta, dijo: “Si no tie-nes nada, vete sin nada.” Pero en aquel momento intervino la provee-dora, y dijo: “?Oh hermanas mías! Dejemos eso, ?por Alah! pues este muchacho en nada ha de amen-guarnos el día. Además, cualquier otro hombre no habría tenido con nosotras tanto comedimiento. Y cuando le toque pagar a él, yo lo abonaré en su lugar.”
Entonces el mandadero se rego-cijó en extremo, y dijo a la que le había defendido: “?Por Alah! A ti te debo la primer ganancia del día.” Y dijeron las tres: “Quédate, ?oh buen mandadero! y te tendre-mos sobre nuestra cabeza y nuestros ojos,” Y en seguida la proveedora se levantó y se ajustó el cinturón. Luego dispuso los frascos, clarificó el vino por decantación, preparó el lugar en que habían de reunirse cerca del estanque, y llevó allí cuan-to podían necesitar. Después ofreció el vino y todo el mundo se sentó, y el mandadero en medio de ellas, en el vértigo, pues se figuraba estar so?ando.