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西语童话赏析:LafamiliadeHühnergrete3

分类: 西班牙语  时间: 2023-03-09 21:52:49  作者: 全国等级考试资料网 
Al abrirlos nuevamente, sintió que alguien la levantaba y la llevaba a cuestas. Un hombre alto y robusto la había cogido en brazos. Ella miró su cara barbuda; tenía una cicatriz encima de un ojo, que le partía la ceja en dos. El hombre la condujo al barco, donde el patrón le recibió con palabras brutales.
Al día siguiente zarpó el barco. María Grubbe no bajó a tierra, sino que partió en la nave. ?Regresaría tal vez? ?Ah! ?Cuándo y dónde?
Pues también lo sabía el sacristán, y conste que no era un cuento que se hubiera inventado. Conocía toda la historia por un viejo libro que nosotros podemos también leer. El poeta danés Ludvig Holberg, autor de tantos y tantos libros interesantes y alegres comedias, por los cuales conocemos bien su época y sus hombres, habla en sus cartas de María Grubbe, dónde y cómo se encontró con ella en el mundo. Merece la pena escucharlo, aunque no por eso nos olvidamos de Hühnergrete, instalada en su magnífico corral, contenta y bonachona.
Estábamos en el momento de zarpar el barco, con María Grubbe a bordo. Pasaron a?os y a?os.
La peste hacía estragos en Copenhague; corría el a?o 1711. La reina de Dinamarca se retiró a su patria alemana, el Rey abandonó la capital. Todos los que pudieron se marcharon, hasta los estudiantes que gozaban de pensión gratuita. Uno de ellos, el último, que había permanecido en el llamado ?Borchs-Kollegium?, contiguo a la residencia estudiantil de Regentsen, partió a su vez. Eran las dos de la madrugada cuando emprendió el camino, cargado con su mochila, más llena de libros y manuscritos que de prendas de vestir. Flotaba sobre la ciudad una niebla, y en la calle no se veía un alma. Por todas partes había cruces pintadas en puertas y portales, se?al de que en el interior reinaba la peste o de que sus moradores habían muerto de ella. Tampoco paraba nadie por la calle K?dmangergade, que iba de la Torre Redonda al palacio real. Pasó traqueteando una gran carreta fúnebre; el carretero chasqueó el látigo, y los caballos se lanzaron al galope; el carro iba cargado de cadáveres. El estudiante se cubrió el rostro con la mano, aspirando el fuerte alcohol que llevaba en una esponja, dentro de un estuche de latón. De una taberna situada en un callejón llegaban ruidosos cantos y lúgubres carcajadas; eran gentes que se pasaban la noche bebiendo para olvidarse de que el cólera llamaba a la puerta y los quería cargar en la carreta, junto con los muertos. El estudiante se encaminó al puente del palacio, donde se hallaban fondeadas algunas peque?as embarcaciones; una de ellas estaba levando anclas para huir de la apestada ciudad.
-Si Dios nos conserva la vida y nos da viento favorable, iremos a Gr?nsund, cerca de Falster -dijo el patrón, preguntando su nombre al estudiante que solicitaba embarcar.
-Luis Holberg -respondió el joven, y su nombre sonó como otro cualquiera; hoy es uno de los más ilustres de Dinamarca, pero en aquellos días el que lo llevaba era un joven estudiante desconocido.
El barco se deslizó por delante del palacio, y salió a alta mar cuando aún no había amanecido. Soplaba una fresca brisa, se hincharon las velas, y el estudiante, tendiéndose cara al viento, se durmió, lo cual no era precisamente lo más aconsejable.
A la tercera ma?ana ancló el barco frente a Falster.
-?No saben de algún lugar en el que pudiese hospedarme por poco dinero? -preguntó Holberg al patrón.
-Tal vez le conviene ver a la esposa de M?ller, el barquero -le respondió el marino-. Si quiere ser cortés, puede llamarla madre S?ren S?rensen M?ller. Pero a lo mejor se enfada, si se muestra demasiado fino. Su marido está en la cárcel, purgando un delito, y ella guía la barca. ?Tiene buenos pu?os!
El estudiante se cargó la mochila y se dirigió a la casa del barquero. La puerta estaba entornada, el picaporte cedió, y nuestro amigo entró en una habitación empedrada, cuyo mueble principal era un camastro cubierto con una manta de piel. Una gallina blanca con polluelos estaba atada al camastro y había volcado el bebedero, por lo que el agua corría por el suelo. No había allí nadie, ni tampoco en la habitación contigua, aparte una criaturita en una cuna. Volvió la barca con una sola persona en ella. Habría sido difícil decir si hombre o mujer: iba envuelta en una amplia capa y se cubría la cabeza con una capucha. La barca atracó.

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