西语阅读:《一千零一夜》连载十三
分类: 西班牙语
时间: 2023-01-17 16:20:48
作者: 全国等级考试资料网
PERO CUANDO LLEGó LA 21a. NOCHE
Ella dijo:
He llegado a saber, ?oh rey afor-tunado! que el efrit terminó su relato eón estas palabras: “Y no esperan otra cosa sino que el jorobado salga del hammám.” Y la efrita repuso: “Se me figura; ?oh compa?ero! que te equivocas al afirmar que Seth El--Hosn es más hermosa que ese joven. No es posible. Es indudablemente el más hermoso de s, tiempo.” Pero el efrit respondió: “?Por Alah, her-mana: mía! te aseguro que aquella joven es más bella todavía. No tienes más que venir conmigo; para que a su vista te convenzas. Bien fácil-te ha de ser esto. Además, podríamos aprovechar la ocasión para burlar al maldito jorobado aquella maravi-lla hecha carne. Porque los dos jóve-nes son dignos el uno del otro, y tanto se parecen, que diríase que son hermanos, o primos por lo me-nos. Y me parece que haríamos una acción digna de nosotros, si opo-niéndonos a la injusticia del sultán, pudiéramos substituir este joven en lugar del jorobado.
Entonces contestó la efrita: “Ra-zón tienes, hermano mío. Llevemos en brazos a ese mancebo dormido y juntémoslo con la joven de quien hablas. Así haremos una buena obra, y veremos además cuál es más her-moso de los dos.” y el efrit dijo: “?Escucho y obedezco! Tus palabras están llenas de rectitud y de justicia. ?Vamos, pues!” Y entonces el efrit se echó a cuestas al joven y comenzó a volar, seguido de cerca por la efrita, que le ayudaba para llegar antes, y ambos, de este modo, lle-garon cargados al Cairo con toda rapidez. Y allí soltaran al hermoso Hassán, dejándole dormido sobre el banco de una calle próxima al pala-cio, que rebosaba de gente. Y enton-ces le despertaron.
Hassán se desperto, y quedó en la más extrema perplejidad al no verse en Bassra, en el tourbeh de su padre: Y miró a la derecha. Y miró a la izquierda. Y no conocía nada de aquello. Pues aquello era una ciudad, pero una ciudad muy distinta a la de Bassra. Tan sorprendido quedó, que abrió la boca para gritar; pero en seguida vio delante de sí a un hombre gigantesco y barbudo, que le gui?o el ojo para indicarle que no gritase. Y Hassán se contuvo. Y aquel hombre, que era el efrit, le presento una vela encendida, y le mandó que se uniera a las muchas personas que llevaban velas encen-didas para acompa?ar a la boda, y le dijo: “?Sabe que soy un efrit, pero creyente! Te transporté aquí durante tu sue?o. Esta ciudad es El Cairo. Te he traído porque te quiero y deseo favorecerte sin ningún inte-rés, sólo por amor a Alah y por tu hermosura. Toma esta vela encen-dida, intérnate entre la muchedum-bre y marcha con ella hasta ese hammam que allí ves. De él ha de salir una especie de jorobado a quien llevarán triunfalmente. ?Síguele! Ve siempre a su lado, pues es el novio. Entrarás en el palacio con él, y al llegar a la gran sala de recepciones te colocarás a su derecha, como si fueses de la casa. Y cada vez que veas llegar ante vosotros un músico, una danzarina o una cantora, métete la mano en el bolsillo, que ya cuidaré yo de que esté siempre lleno de oro, y cógelo a pu?ados sin vacila-ción alguna y arrójaselo a todos. Y no temas que se te acabe, que eso es cuenta mía. Obsequia, pues, con pu?ados de oro a cuantos se te acer-quen. Aventúrate y no te detengas ante nada. Confía en Alah que te creó tan hermoso y en mí que te esti-mo. Además, todo lo que te suceda, te sucederá por la voluntad y el poder del Altísimo.” Y dichas estas palabras, el efrit desapareció.
Entonces Hassán Badreddin de Bassra dijo para sí: “?Qué querrá decir todo esto? ?De qué favores me ha hablado este asombroso efrit?” Pero sin perder más tiempo en estas preguntas, echó a andar, encendió su vela en la de un invitado, y llegó al hammam cuando el jorobado ha-bía acabado de ba?arse y salía a caballo con un traje magnífico.
Hassán Badreddin se internó en-tonces entre la muchedumbre, dan-dose tanta ma?a, que llegó a la cabeza de la comitiva, junto al joro-bado. Y entonces brilló en todo su esplendor la maravillosa hermosura de Hassán. Iba vestido con el más suntuoso de sus trajes de Bassra, llevaba un manto de seda tejido con hilo de oro, y en la cabeza un birrete rodeado de un magnífico turbante bordado en oro y plata, puesto a la usanza de Bassra. Y todo ello real-zaba su apuesto continente y su hermosura.
Durante la marcha del cortejo, cada vez que una cantora o una danzarina se separaba del grupo de los músicos y se acercaba a él para llegar frente al jorobado, Hassán Badreddin se echaba mano al bolsillo, y sacándola llena de oro, lo derra-maba a pu?ados a su alrededor, y echaba más en la pandereta de la danzarina o de la cantora, llenándola de oro, con ademanes de sin igual donosura.
Y por eso todas estas mujeres, lo mismo que la muchedumbre, queda-ron asombradas de aquella esplen-didez, admirando la belleza y los encantos de Hassán.
La comitiva acabó por llegar al palacio. Entonces los chambelanes detuvieron a la multitud, y sólo deja-ron entrar detrás del jorobado a los músicos, las danzarinas y las cantoras.
Pero las cantoras y las danzarinas interpelaron unánimente a los chambelanes, y les dijeron: “?Por Alah! Hacéis bien en impedir a esos hombres que entren con nosotras en el harén para presenciar cómo se viste la novia. Pero por nuestra parte, nos negaremos a entrar si no nos acompa?a este joven que nos ha colmado de beneficios. Y no hemos de festejar a la novia como no sea en presencia de este joven, amigo nuestro.”
Entonces las mujeres se apodera-ron a la fuerza del joven Hassán y lo llevaron con ellas al harén, en medio de la gran sala de fiestas.. Y fue el único hombre que estuvo en el harén a despecho de la nariz del jorobado, que no pudo impedirlo. Allí se hallaban reunidas todas las damas de palacio, las esposas de los emires, visires y chambelanes. Y se alineaban en dos filas, soste-niendo cada una en la mano un gran cirio; y todas tenían la cara cubierta con el velillo, de seda blanca, a causa de la presencia de aquellos dos hombres., Y Hassán y el joro-bado pasaron por entre las dos hile-ras y fueron a sentarse en una tari-ma alta, teniendo que atravesar las dos filas de mujeres, que se prolon-gaban desde la sala de festejos hasta la cámara nupcial, de donde había de salir la novia para la boda.
Ella dijo:
He llegado a saber, ?oh rey afor-tunado! que el efrit terminó su relato eón estas palabras: “Y no esperan otra cosa sino que el jorobado salga del hammám.” Y la efrita repuso: “Se me figura; ?oh compa?ero! que te equivocas al afirmar que Seth El--Hosn es más hermosa que ese joven. No es posible. Es indudablemente el más hermoso de s, tiempo.” Pero el efrit respondió: “?Por Alah, her-mana: mía! te aseguro que aquella joven es más bella todavía. No tienes más que venir conmigo; para que a su vista te convenzas. Bien fácil-te ha de ser esto. Además, podríamos aprovechar la ocasión para burlar al maldito jorobado aquella maravi-lla hecha carne. Porque los dos jóve-nes son dignos el uno del otro, y tanto se parecen, que diríase que son hermanos, o primos por lo me-nos. Y me parece que haríamos una acción digna de nosotros, si opo-niéndonos a la injusticia del sultán, pudiéramos substituir este joven en lugar del jorobado.
Entonces contestó la efrita: “Ra-zón tienes, hermano mío. Llevemos en brazos a ese mancebo dormido y juntémoslo con la joven de quien hablas. Así haremos una buena obra, y veremos además cuál es más her-moso de los dos.” y el efrit dijo: “?Escucho y obedezco! Tus palabras están llenas de rectitud y de justicia. ?Vamos, pues!” Y entonces el efrit se echó a cuestas al joven y comenzó a volar, seguido de cerca por la efrita, que le ayudaba para llegar antes, y ambos, de este modo, lle-garon cargados al Cairo con toda rapidez. Y allí soltaran al hermoso Hassán, dejándole dormido sobre el banco de una calle próxima al pala-cio, que rebosaba de gente. Y enton-ces le despertaron.
Hassán se desperto, y quedó en la más extrema perplejidad al no verse en Bassra, en el tourbeh de su padre: Y miró a la derecha. Y miró a la izquierda. Y no conocía nada de aquello. Pues aquello era una ciudad, pero una ciudad muy distinta a la de Bassra. Tan sorprendido quedó, que abrió la boca para gritar; pero en seguida vio delante de sí a un hombre gigantesco y barbudo, que le gui?o el ojo para indicarle que no gritase. Y Hassán se contuvo. Y aquel hombre, que era el efrit, le presento una vela encendida, y le mandó que se uniera a las muchas personas que llevaban velas encen-didas para acompa?ar a la boda, y le dijo: “?Sabe que soy un efrit, pero creyente! Te transporté aquí durante tu sue?o. Esta ciudad es El Cairo. Te he traído porque te quiero y deseo favorecerte sin ningún inte-rés, sólo por amor a Alah y por tu hermosura. Toma esta vela encen-dida, intérnate entre la muchedum-bre y marcha con ella hasta ese hammam que allí ves. De él ha de salir una especie de jorobado a quien llevarán triunfalmente. ?Síguele! Ve siempre a su lado, pues es el novio. Entrarás en el palacio con él, y al llegar a la gran sala de recepciones te colocarás a su derecha, como si fueses de la casa. Y cada vez que veas llegar ante vosotros un músico, una danzarina o una cantora, métete la mano en el bolsillo, que ya cuidaré yo de que esté siempre lleno de oro, y cógelo a pu?ados sin vacila-ción alguna y arrójaselo a todos. Y no temas que se te acabe, que eso es cuenta mía. Obsequia, pues, con pu?ados de oro a cuantos se te acer-quen. Aventúrate y no te detengas ante nada. Confía en Alah que te creó tan hermoso y en mí que te esti-mo. Además, todo lo que te suceda, te sucederá por la voluntad y el poder del Altísimo.” Y dichas estas palabras, el efrit desapareció.
Entonces Hassán Badreddin de Bassra dijo para sí: “?Qué querrá decir todo esto? ?De qué favores me ha hablado este asombroso efrit?” Pero sin perder más tiempo en estas preguntas, echó a andar, encendió su vela en la de un invitado, y llegó al hammam cuando el jorobado ha-bía acabado de ba?arse y salía a caballo con un traje magnífico.
Hassán Badreddin se internó en-tonces entre la muchedumbre, dan-dose tanta ma?a, que llegó a la cabeza de la comitiva, junto al joro-bado. Y entonces brilló en todo su esplendor la maravillosa hermosura de Hassán. Iba vestido con el más suntuoso de sus trajes de Bassra, llevaba un manto de seda tejido con hilo de oro, y en la cabeza un birrete rodeado de un magnífico turbante bordado en oro y plata, puesto a la usanza de Bassra. Y todo ello real-zaba su apuesto continente y su hermosura.
Durante la marcha del cortejo, cada vez que una cantora o una danzarina se separaba del grupo de los músicos y se acercaba a él para llegar frente al jorobado, Hassán Badreddin se echaba mano al bolsillo, y sacándola llena de oro, lo derra-maba a pu?ados a su alrededor, y echaba más en la pandereta de la danzarina o de la cantora, llenándola de oro, con ademanes de sin igual donosura.
Y por eso todas estas mujeres, lo mismo que la muchedumbre, queda-ron asombradas de aquella esplen-didez, admirando la belleza y los encantos de Hassán.
La comitiva acabó por llegar al palacio. Entonces los chambelanes detuvieron a la multitud, y sólo deja-ron entrar detrás del jorobado a los músicos, las danzarinas y las cantoras.
Pero las cantoras y las danzarinas interpelaron unánimente a los chambelanes, y les dijeron: “?Por Alah! Hacéis bien en impedir a esos hombres que entren con nosotras en el harén para presenciar cómo se viste la novia. Pero por nuestra parte, nos negaremos a entrar si no nos acompa?a este joven que nos ha colmado de beneficios. Y no hemos de festejar a la novia como no sea en presencia de este joven, amigo nuestro.”
Entonces las mujeres se apodera-ron a la fuerza del joven Hassán y lo llevaron con ellas al harén, en medio de la gran sala de fiestas.. Y fue el único hombre que estuvo en el harén a despecho de la nariz del jorobado, que no pudo impedirlo. Allí se hallaban reunidas todas las damas de palacio, las esposas de los emires, visires y chambelanes. Y se alineaban en dos filas, soste-niendo cada una en la mano un gran cirio; y todas tenían la cara cubierta con el velillo, de seda blanca, a causa de la presencia de aquellos dos hombres., Y Hassán y el joro-bado pasaron por entre las dos hile-ras y fueron a sentarse en una tari-ma alta, teniendo que atravesar las dos filas de mujeres, que se prolon-gaban desde la sala de festejos hasta la cámara nupcial, de donde había de salir la novia para la boda.