Afuera, incluso a través de los ventanales cerrados, el mundo parecía frío. Calle abajo se formaban peque os torbellinos de viento y polvo; los papeles rotos subían en espirales y, aunque el sol l
Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molestísimo viento, se deslizó rápidamente por e
Winston se volvió de pronto. Había adquirido su rostro instantáneamente la expresión de tranquilo optimismo que era prudente llevar al enfrentarse con la telepantalla. Cruzó la habitación hacia
El Ministerio de la Verdad —que en neolengua (La lengua oficial de Oceanía) se le llamaba el Minver— era diferente, hasta un extremo asombroso, de cualquier otro objeto que se presentara a la vis
Pero también se lo había sugerido el libro que acababa de sacar del cajón. Era un libro excepcionalmente bello. Su papel, suave y cremoso, un poco amarillento por el paso del tiempo, por lo menos h
Winston dejó de escribir, en parte debido a que le daban calambres. No sabía por qué había soltado esta sarta de incongruencias. Pero lo curioso era que mientras lo hacía se le había aclarado ot
Y se le ocurrió de pronto preguntarse: Para qué estaba escribiendo él este diario? Para el futuro, para los que aún no habían nacido. Su mente se posó durante unos momentos en la fecha que habí
Un momento después se oyó un espantoso chirrido, como de una monstruosa máquina sin engrasar, ruido que procedía de la gran telepantalla situada al fondo de la habitación. Era un ruido que le hac
Son los ni os dijo la se ora Parsons, lanzando una mirada aprensiva hacia la puerta—. Hoy no han salido. Y, desde luego...Aquella mujer tenía la costumbre de interrumpir sus frases por la mitad. El
Lourdes García JiménezEl cero es un roscoque dice ?cómeme!El uno es un soldadocon una gran narizEl dos es un patitonadando en una charcaEl tres es un gusanoque trabaja en el circoEl cuatro es una s