Y la chiquilla irguió la cabeza, como si fuera una princesa y debiera ir con la cabeza muy alta. En la calle, delante de la puerta entornada, un pobre ni?o miraba por la abertura. El peque?o no tení
Pero la hijita del almacenista se enfadó mucho. Su padre se llamaba Madsen, y no podía sufrir que se hablara mal de los nombres terminados en ?sen?. Por eso replicó con toda la arrogancia de que er
-Y todos aquellos que tienen apellidos terminados en ?sen? -prosiguió-, tampoco llegarán a ser nada en el mundo. Hay que ponerse en jarras y mantener a distancia a esos ??-sen, -sen!? y puso en jarr
-?Soy camarera del Rey! -decía la muchachita. Lo mismo podría haber sido camarera de una bodega, pues tanto mérito hace falta para una cosa como para la otra. Después contó a sus compa?eros que e
Frecuentaba su casa gente distinguida, tanto de ?sangre?, que así la llaman, como de talento. Los había que reunían ambas condiciones, y algunos que carecían de una y otra. En el momento de nuestr
Abuelita es muy vieja, tiene muchas arrugas y el pelo completamente blanco, pero sus ojos brillan como estrellas, sólo que mucho más hermosos, pues su expresión es dulce, y da gusto mirarlos. Tambi
Si después de una tormenta pasan junto a un campo de alforfón, lo verán a menudo ennegrecido y como chamuscado; se diría que sobre él ha pasado una llama, y el labrador observa: -Esto es de un ra
érase una vez una aguja de zurcir tan fina y puntiaguda, que se creía ser una aguja de coser. -Fíjense en lo que hacen y manéjenme con cuidado -decía a los dedos que la manejaban-. No me dejen ca
Ana Isabel era un verdadero querubín, joven y alegre: un auténtico primor, con sus dientes blanquísimos, sus ojos tan claros, el pie ligero en la danza, y el genio más ligero aún. ?Qué salió de
En el jardín del Paraíso, bajo el árbol de la sabiduría, crecía un rosal. En su primera rosa nació un pájaro; su vuelo era como un rayo de luz, magníficos sus colores, arrobador su canto. Pero