西语童话阅读:Lascigüeñas(2)
分类: 西班牙语
时间: 2019-01-22 08:21:14
作者: 全国等级考试资料网
Transcurrió algún tiempo. Los polluelos habían crecido lo suficiente para poder incorporarse en el nido y dominar con la mirada un buen espacio a su alrededor. Y el padre acudía todas las ma?anas provisto de sabrosas ranas, culebrillas y otras golosinas que encontraba. ?Eran de ver las exhibiciones con que los obsequiaba! Inclinaba la cabeza hacia atrás, hasta la cola, casta?eteaba con el pico cual si fuese una carraca y luego les contaba historias, todas acerca del cenagal.
-Bueno, ha llegado el momento de aprender a volar -dijo un buen día la madre, y los cuatro pollitos hubieron de salir al remate del tejado. ?Cómo se tambaleaban, cómo se esforzaban en mantener el equilibrio con las alas, y cuán a punto estaban de caerse.
-?Fíjense en mí! -dijo la madre-. Deben poner la cabeza así, y los pies así: ?Un, dos, Un, dos! Así es como tendrán que comportaros en el mundo.
Y se lanzó a un breve vuelo, mientras los peque?os pegaban un saltito, con bastante torpeza, y ?bum!, se cayeron, pues les pesaba mucho el cuerpo.
-?No quiero volar! -protestó uno de los peque?os, encaramándose de nuevo al nido-. ?Me es igual no ir a las tierras cálidas!
-?Prefieres helarte aquí cuando llegue el invierno? ?Estás conforme con que te cojan esos muchachotes y te cuelguen, te chamusquen y te asen? Bien, pues voy a llamarlos.
-?Oh, no! -suplicó el polluelo, saltando otra vez al tejado, con los demás.
Al tercer día ya volaban un poquitín, con mucha destreza, y, creyéndose capaces de cernerse en el aire y mantenerse en él con las alas inmóviles, se lanzaron al espacio; pero ?sí, sí...! ?Pum! empezaron a dar volteretas, y fue cosa de darse prisa a poner de nuevo las alas en movimiento. Y he aquí que otra vez se presentaron los chiquillos en la calle, y otra vez entonaron su canción:
?Cigüe?a, cigüe?a, vuélvete a tu tierra!
-?Bajemos de una volada y saquémosles los ojos! -exclamaron los pollos- ?No, déjenlos! -replicó la madre-. Fíjense en mí, esto es lo importante: -Uno, dos, tres! Un vuelo hacia la derecha. ?Uno, dos, tres! Ahora hacia la izquierda, en torno a la chimenea. Muy bien, ya vais aprendiendo; el último aleteo, ha salido tan limpio y preciso, que ma?ana los permitiré acompa?arme al pantano. Allí conocerán varias familias de cigüe?as con sus hijos, todas muy simpáticas; me gustaría que mis peque?os fuesen los más lindos de toda la concurrencia; quisiera poder sentirme orgullosa de ustedes. Eso hace buen efecto y da un gran prestigio.
-?Y no nos vengaremos de esos rapaces endemoniados? -preguntaron los hijos.
-Deéjenlos gritar cuanto quieran. Ustedes se remontarán hasta las nubes y estarán en el país de las pirámides, mientras ellos pasan frío y no tienen ni una hoja verde, ni una manzana.
-Sí, nos vengaremos -se cuchichearon unos a otros; y reanudaron sus ejercicios de vuelo.
De todos los muchachuelos de la calle, el más empe?ado en cantar la canción de burla, y el que había empezado con ella, era precisamente un rapaz muy peque?o, que no contaría más allá de 6 a?os. Las cigüe?itas, empero, creían que tenía lo menos cien, pues era mucho más corpulento que su madre y su padre. ?Qué sabían ellas de la edad de los ni?os y de las personas mayores! Este fue el ni?o que ellas eligieron como objeto de su venganza, por ser el iniciador de la ofensiva burla y llevar siempre la voz cantante. Las jóvenes cigüe?as estaban realmente indignadas, y cuanto más crecían, menos dispuestas se sentían a sufrirlo. Al fin su madre hubo de prometerles que las dejaría vengarse, pero a condición de que fuese el último día de su permanencia en el país.
-Antes hemos de ver qué tal se portan en las grandes maniobras; si lo hacen mal y el general les traspasa el pecho de un picotazo, entonces los chiquillos habrán tenido razón, en parte al menos. Hemos de verlo, pues.
- ?Si, ya verás! -dijeron las crías, redoblando su aplicación. Se ejercitaban todos los días, y volaban con tal ligereza y primor, que daba gusto.
Y llegó el oto?o. Todas las cigüe?as empezaron a reunirse para emprender juntas el vuelo a las tierras cálidas, mientras en la nuestra reina el invierno. ?Qué de impresionantes maniobras! Había que volar por encima de bosques y pueblos, para comprobar la capacidad de vuelo, pues era muy largo el viaje que les esperaba. Los peque?os se portaron tan bien, que obtuvieron un ?sobresaliente con rana y culebra?. Era la nota mejor, y la rana y la culebra podían comérselas; fue un buen bocado.
-?Ahora, la venganza! -dijeron.
-?Sí, desde luego! -asintió la madre cigüe?a-. Ya he estado yo pensando en la más apropiada. Sé donde se halla el estanque en que yacen todos los ni?os chiquitines, hasta que las cigüe?as vamos a buscarlos para llevarlos a los padres. Los lindos peque?uelos duermen allí, so?ando cosas tan bellas como nunca mas volverán a so?arlas. Todos los padres suspiran por tener uno de ellos, y todos los ni?os desean un hermanito o una hermanita. Pues bien, volaremos al estanque y traeremos uno para cada uno de los chiquillos que no cantaron la canción y se portaron bien con las cigüe?as.
-Pero, ?y el que empezó con la canción, aquel mocoso delgaducho y feo -gritaron los pollos-, qué hacemos con él?
-En el estanque yace un ni?ito muerto, que murió mientras so?aba. Pues lo llevaremos para él. Tendrá que llorar porque le habremos traído un hermanito muerto; en cambio, a aquel otro muchachito bueno -no lo habrán olvidado, el que dijo que era pecado burlarse de los animales-, a aquél le llevaremos un hermanito y una hermanita, y como el muchacho se llamaba Pedro, todos ustedes se llamarán también Pedro.
Y fue tal como dijo, y todas las crías de las cigüe?as se llamaron Pedro, y todavía siguen llamándose así.
-Bueno, ha llegado el momento de aprender a volar -dijo un buen día la madre, y los cuatro pollitos hubieron de salir al remate del tejado. ?Cómo se tambaleaban, cómo se esforzaban en mantener el equilibrio con las alas, y cuán a punto estaban de caerse.
-?Fíjense en mí! -dijo la madre-. Deben poner la cabeza así, y los pies así: ?Un, dos, Un, dos! Así es como tendrán que comportaros en el mundo.
Y se lanzó a un breve vuelo, mientras los peque?os pegaban un saltito, con bastante torpeza, y ?bum!, se cayeron, pues les pesaba mucho el cuerpo.
-?No quiero volar! -protestó uno de los peque?os, encaramándose de nuevo al nido-. ?Me es igual no ir a las tierras cálidas!
-?Prefieres helarte aquí cuando llegue el invierno? ?Estás conforme con que te cojan esos muchachotes y te cuelguen, te chamusquen y te asen? Bien, pues voy a llamarlos.
-?Oh, no! -suplicó el polluelo, saltando otra vez al tejado, con los demás.
Al tercer día ya volaban un poquitín, con mucha destreza, y, creyéndose capaces de cernerse en el aire y mantenerse en él con las alas inmóviles, se lanzaron al espacio; pero ?sí, sí...! ?Pum! empezaron a dar volteretas, y fue cosa de darse prisa a poner de nuevo las alas en movimiento. Y he aquí que otra vez se presentaron los chiquillos en la calle, y otra vez entonaron su canción:
?Cigüe?a, cigüe?a, vuélvete a tu tierra!
-?Bajemos de una volada y saquémosles los ojos! -exclamaron los pollos- ?No, déjenlos! -replicó la madre-. Fíjense en mí, esto es lo importante: -Uno, dos, tres! Un vuelo hacia la derecha. ?Uno, dos, tres! Ahora hacia la izquierda, en torno a la chimenea. Muy bien, ya vais aprendiendo; el último aleteo, ha salido tan limpio y preciso, que ma?ana los permitiré acompa?arme al pantano. Allí conocerán varias familias de cigüe?as con sus hijos, todas muy simpáticas; me gustaría que mis peque?os fuesen los más lindos de toda la concurrencia; quisiera poder sentirme orgullosa de ustedes. Eso hace buen efecto y da un gran prestigio.
-?Y no nos vengaremos de esos rapaces endemoniados? -preguntaron los hijos.
-Deéjenlos gritar cuanto quieran. Ustedes se remontarán hasta las nubes y estarán en el país de las pirámides, mientras ellos pasan frío y no tienen ni una hoja verde, ni una manzana.
-Sí, nos vengaremos -se cuchichearon unos a otros; y reanudaron sus ejercicios de vuelo.
De todos los muchachuelos de la calle, el más empe?ado en cantar la canción de burla, y el que había empezado con ella, era precisamente un rapaz muy peque?o, que no contaría más allá de 6 a?os. Las cigüe?itas, empero, creían que tenía lo menos cien, pues era mucho más corpulento que su madre y su padre. ?Qué sabían ellas de la edad de los ni?os y de las personas mayores! Este fue el ni?o que ellas eligieron como objeto de su venganza, por ser el iniciador de la ofensiva burla y llevar siempre la voz cantante. Las jóvenes cigüe?as estaban realmente indignadas, y cuanto más crecían, menos dispuestas se sentían a sufrirlo. Al fin su madre hubo de prometerles que las dejaría vengarse, pero a condición de que fuese el último día de su permanencia en el país.
-Antes hemos de ver qué tal se portan en las grandes maniobras; si lo hacen mal y el general les traspasa el pecho de un picotazo, entonces los chiquillos habrán tenido razón, en parte al menos. Hemos de verlo, pues.
- ?Si, ya verás! -dijeron las crías, redoblando su aplicación. Se ejercitaban todos los días, y volaban con tal ligereza y primor, que daba gusto.
Y llegó el oto?o. Todas las cigüe?as empezaron a reunirse para emprender juntas el vuelo a las tierras cálidas, mientras en la nuestra reina el invierno. ?Qué de impresionantes maniobras! Había que volar por encima de bosques y pueblos, para comprobar la capacidad de vuelo, pues era muy largo el viaje que les esperaba. Los peque?os se portaron tan bien, que obtuvieron un ?sobresaliente con rana y culebra?. Era la nota mejor, y la rana y la culebra podían comérselas; fue un buen bocado.
-?Ahora, la venganza! -dijeron.
-?Sí, desde luego! -asintió la madre cigüe?a-. Ya he estado yo pensando en la más apropiada. Sé donde se halla el estanque en que yacen todos los ni?os chiquitines, hasta que las cigüe?as vamos a buscarlos para llevarlos a los padres. Los lindos peque?uelos duermen allí, so?ando cosas tan bellas como nunca mas volverán a so?arlas. Todos los padres suspiran por tener uno de ellos, y todos los ni?os desean un hermanito o una hermanita. Pues bien, volaremos al estanque y traeremos uno para cada uno de los chiquillos que no cantaron la canción y se portaron bien con las cigüe?as.
-Pero, ?y el que empezó con la canción, aquel mocoso delgaducho y feo -gritaron los pollos-, qué hacemos con él?
-En el estanque yace un ni?ito muerto, que murió mientras so?aba. Pues lo llevaremos para él. Tendrá que llorar porque le habremos traído un hermanito muerto; en cambio, a aquel otro muchachito bueno -no lo habrán olvidado, el que dijo que era pecado burlarse de los animales-, a aquél le llevaremos un hermanito y una hermanita, y como el muchacho se llamaba Pedro, todos ustedes se llamarán también Pedro.
Y fue tal como dijo, y todas las crías de las cigüe?as se llamaron Pedro, y todavía siguen llamándose así.